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viernes, 30 de octubre de 2015

La Ofrenda Aceptable

Pasaje Bíblico: 2Corintios 8: 1 – 14; Lucas 21: 1 – 4; Mateo 6: 2 – 3; Éxodo 25: 1 – 9; 35: 21 – 22 y 29; 36: 1 - 7

Introducción: La ofrenda es lo que damos a Dios voluntariamente, cuando lo proponemos en nuestros corazones para suplir las necesidades de la obra de Dios. Estas ofrendas se realizan aparte de nuestro compromiso del diezmo, por lo que no deberíamos de restarlo del mismo. El tiempo de Hageo es muy parecido al de nosotros hoy, existía un desánimo por las cosas de Dios, había una indiferencia egoísta para con la construcción del templo, a muchos en este tiempo no le importa las necesidades existente en el cuerpo de Cristo. Hageo usa cuatro veces un verbo en sus dos capítulos literalmente quiere decir: “Poned sobre vuestros corazones”, otra traducción podría ser: “Pensad bien sobre vuestros caminos”. Insta al pueblo a considerar seriamente si había ganado algo, buscando su propio bienestar sacrificando a Dios. Hoy yo te invito a meditar sobre esta verdad ¿qué estás haciendo? ¿Cómo estas actuando? ¿Con qué espíritu puedes venir al templo a adorar? Los tiempos demandan actitudes decididas de entrega,  servicio y compromiso con las demandas económicas que reclama la obra del Señor.
I.- La Ofrenda
            a) Fomentando la Generosidad
            La generosidad no se mide sólo por la cantidad que se da; también se mide por la que se guarda. Un hombre pobre jamás podrá dar tanto como un hombre rico; in embargo, la generosidad del hombre pobre puede ser mucho mayor que la del rico. Recordemos a la viuda pobre de quien hablo Jesús; ella puso en el tesoro del templo sólo un cuadrante, que equivale a una parte de una moneda. Sin embargo, Jesús dijo de ella en Marcos 12: 41 – 44
Los cristianos de Macedonia habían pedido a Pablo con muchos ruegos la oportunidad de enviar dinero a los santos a los creyentes de Jerusalén. ¿Somos como los cristianos de Macedonia? O, en cambio, ¿Nos quejamos de cuan pobres somos y tratamos de dar la menor cantidad posible? Necesitamos recordar que nuestro dinero no es nuestro; Es del Señor Jesucristo. Debemos decidir cuánto dar, no de acuerdo con nuestro deseo o cálculo, sino según el deseo de Dios.
                Recordemos esto: Si somos generosos para con otros, Dios será generoso con nosotros. Cuanto más demos, más recibiremos (2Corintios 9:6).
                Los cristianos macedonios no sólo dieron de su dinero, sino que a sí  mismos se dieron también. Ellos son un ejemplo a seguir. Más que nuestro dinero, Dios nos quiere a nosotros. Pablo escribió… os ruego… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo… a Dios (Romanos 12:1). Si pertenecemos a Cristo, entonces nuestro dinero también pertenece a Él. Es por esto que los cristianos macedonios eran tan generosos: ellos se habían dado a sí mismos primeramente al Señor. Se habían sometido a Pablo, como apóstol del Señor, que era por la voluntad de Dios.
                b) Obra de Gracia
                Pablo había encargado a Tito completar la obra de gracia la cual era la ofrenda que Pablo estaba recogiendo para enviar a Jerusalén. Pablo la llama una obra de gracia,  porque así como Dios nos muestra su gracia, nosotros debemos mostrarles esa gracia a los demás. La gracia consiste en el amor, la misericordia, la bondad y la generosidad. Toda gracia viene primeramente de Dios. Seamos diligentes en compartir la gracia de Dios con aquellos que nos rodean y hasta con los que no conocemos; cuando ofrendamos para las misiones estamos haciendo una obra de gracia.
                Nuestro ejemplo más grande siempre es Jesucristo mismo. Él fue rico sin medida. Él poseía todas las riquezas de Dios. Sin embargo, lo entregó todo, por amor a nosotros, Él se hizo pobre (Filipenses 2:6-7). Por su pobreza es decir, por su muerte en la cruz, hemos llegado a ser ricos. Si Cristo ha hecho todo esto por nosotros, ¿Cómo podemos dejar de seguir su ejemplo, dando tanto nuestras posesiones como a nosotros mismos por amor a otros? El asunto principal no es cuánto ofrendes, sino la voluntad dispuesta a dar; si tenemos la voluntad dispuesta, entonces nuestra ofrenda será acepta. Todo lo que tenemos es de Dios, no es nuestro.
II.- La Buena Ofrenda
a)      Agradece a Dios con tu Ofrenda

La Buena ofrenda es la que se da de corazón, voluntariamente y con agradecimiento a Dios (Éxodo 25: 1-2; 1Crónicas 29: 9,13 – 14, 17 -18) estos textos que nos hablan de las ofrendas recogidas para la edificación del tabernáculo y del templo nos muestran el corazón bueno para ofrendar. En el Nuevo Testamento también encontramos este corazón (2Corintios 9:5 -7). Hay grandes promesas para aquellos que viven fielmente el compromiso con Dios de ofrendar y diezmar,  y quisiera hacer hincapié en que Dios no habla con ligereza, ni es hombre para mentir, pues cuando Él dice sí, es sí y amén. (2Corintios 1:20).
Cuando honramos al Señor con nuestras ofrendas viene a nosotros la prosperidad de parte de Dios, el cual cubrirá nuestras necesidades y reprenderá las dificultades que vengan para que no prosperemos (Proverbios 3:9-10; Malaquías 3:10-12; Filipenses 4:19; Mateo 6:8) Leer Mateo 6: 25-34. Dios dará al que da mucho más de lo que dio (Lucas 6:38). Pues nuestro Dios es poderoso para hacer que siempre tengamos lo necesario. (2Corintios 9:8).


b)      Honra al Señor con tu Ofrenda 

En 1 Samuel 2:30 leemos “Yo honraré a los que me honran”. Honrar a Dios es reconocer lo grandioso que es Él y la estima que le procesamos con demostración de nuestra gratitud, con los bienes con que Dios nos ha bendecido podemos honrarle. (Proverbios 3: 9 – 10). Demostrémosle a Dios nuestro amor con nuestras ofrendas. Abel fue generoso en su ofrenda a Dios.  Él sabía a quién honraba y agradaba (Génesis 4:4) no se conformó con ofrendar a Dios como lo hizo su hermano Caín, sino que ofreció a Dios lo primero y lo más gordo, por esto Dios miró con agrado a Abel y su ofrenda, pues veía el corazón de gratitud y desprendimiento que tenía. Su hermano Caín ofreció algo de su cosecha a Dios no pensó en honrarlo con lo mejor, más bien intentaba cumplir y acallar su conciencia. Vemos que sucedió lo mismo en Malaquías, donde Dios les tiene que decir: El hijo honra al padre, y el siervo a su señor… Malaquías 1:6-14.
                Cuando ofrendemos a Dios honrémosle con lo mejor, no con lo que nos sobra del mes, aquello que queda de las sobras de nuestros caprichos y necesidades, sino con las primicias, lo mejor. No te encuentres prometiendo ser fiel en el ofrendar y teniendo en el banco, ofrendas las sobras o lo que hemos ganado injustamente con engaño u otros.

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