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sábado, 12 de diciembre de 2015

ENEMIGOS DEL SEMBRADÍO



Pasajes Bíblicos: Mateo 13:25; Cantares 2:15; 3 Juan 1:2; Jueces 6:3; Malaquías 3.

Introducción: El sembrador sabe que una vez que ha esparcido la semilla, aunque las condiciones del terreno se vean muy favorables, no se puede ir a dormir. No solo debe estar atento a que el terreno se mantenga con buena agua y reciba la luz necesaria, sino que debe mantener a sus enemigos lejos de su cultivo. Usted y yo debemos estar alerta en oración constante para poder enfrentar y vencer los enemigos de nuestro fruto, aun las zorras pequeñas que no se ven.



a) Los pájaros
Todos vemos cómo los pájaros se mantienen constantemente cerca del sembradío buscando comer la semilla aun antes de que esté cubierta por el sembrador. Estos pájaros yo los identifico como hombres o mujeres que usan el evangelio para sus propios beneficios. En el nombre de Jesús, lucran y estafan al pueblo de Dios. Es cierto y no nos cabe duda de que

Dios quiere bendecir a su pueblo, pero tenemos que ser sabios y siempre buscar la dirección del Espíritu Santo.

b) La cizaña

La cizaña es muy parecida al trigo, excepto por que su grano es negro. Es el peor enemigo del sembrador, ya que al crecer se puede confundir con el trigo. Una vez mezclados, son difíciles de separar. Esta hierba tiene un sabor amargo y, cuando se mezcla con el trigo y es utilizada en la harina, puede causar vértigos y vómitos. La cizaña representa aquellas cosas que permitimos en nuestras vidas que contaminen y afecten nuestra unción y nuestra relación con Dios.

Uno de los primeros utensilios que encontramos al entrar en el Tabernáculo de reunión es el lavacro. Este nos recuerda que, aunque tenemos ciudadanía celestial, estamos peregrinando en este mundo y debemos venir constantemente a la cruz a ser lavados y purificados.

Nada contamina más nuestras vidas y la unción que Dios ha puesto en ella, como chismes, rencores, críticas y juicios. Usted puede ser un gran ofrendador, pero si su vida está llena de cizaña que trae sabores amargos a otros, no prosperará. La condición de nuestros corazones afecta el nivel de prosperidad en nuestras vidas. Seamos sinceros con nosotros mismos y no dejemos que la cizaña se mezcle con nuestro trigo.

c) El fuego de la prueba

Las pruebas y circunstancias vienen a nuestras vidas como fuego purificador. Si no las aceptamos con fe, se pueden convertir en destruidoras de nuestra cosecha. No podemos permitir que el fuego destruya la Palabra de fe que fue sembrada en nuestros corazones, dando lugar a la duda y el desaliento.

d) Animales pequeños

En el sembradío, pueden llegar pequeños animalitos como la langosta y las zorras pequeñas. La langosta viene en gran multitud, haciendo mucho ruido y destruyendo el sembradío a su paso. Por el otro lado, las zorras pequeñas destruyen el sembradío silenciosamente y por pedacitos. Cuando el sembrador se da cuenta, es demasiado tarde. Se puede comparar estos animalitos con los comentarios de incredulidad y desánimo que llegan a nuestras vidas, aun de parte de aquellos que profesan fe; hombres y mujeres que no han abierto sus corazones a las promesas que Dios tiene para nosotros, que enseñan y predican que el creyente debe vivir una vida de sacrificios y carencias para poder llegar al cielo. La Palabra de Dios nos dice claramente: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma"3 Juan 1:2.


e) Ladrones

Jueces 6:3 en este pasaje, leemos cómo los enemigos de Israel se levantaban contra ellos y destruían sus sembrados. De igual manera, nuestro enemigo Satanás se levantará para destruir lo que hemos sembrado.



En Malaquías 3, Dios lo llama el devorador. Aquí el Señor nos dice que cuando le robamos a Él, en diezmos y ofrendas, nos quedamos sin protección, dándole derecho al devorador a destruir nuestros bienes y a que el fruto de la vid no dé su fruto a tiempo. Sin embargo, si nos arrepentimos y obedecemos la Palabra de Dios que nos instruye a traer los diezmos y las ofrendas a su casa, Él mismo peleará nuestra causa reprendiendo al devorador por nosotros.

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