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viernes, 13 de noviembre de 2015

LA CONDICIÓN DE NUESTRO CORAZÓN

Pasaje Bíblico: Mateo 6:24; 1Timoteo 6:10; Isaías 5:1 – 2.

Introducción: Cada uno debe elegir al Señor que servirá. De la misma manera cada uno debe elegir el reino en el cual vivirá: El reino de Dios o el reino de las tinieblas. Nadie puede ser ciudadano de dos reinos al mismo tiempo. Así como sólo hay dos señores y dos reinos, sólo hay dos caminos donde podemos andar: El camino angosto que lleva a la vida eterna o el camino ancho que lleva al castigo eterno. ¿Por qué es que el hombre insiste en acumular tesoros en la tierra?  La culpa la tiene el pecado. El pecado entra en el corazón del hombre, del pecado surge el egoísmo, y entonces del egoísmo surgen otros pecados, como la avaricia, el orgullo y la codicia. El pecado hace tres cosas: 1.- Nos convierte en su esclavo. 2.- Nos siega espiritualmente. No podemos ver que somos esclavos. No podemos ver la luz verdadera que es Jesús. 3.- Nos destruye. El castigo del pecado es la muerte eterna. Es por esta razón que Jesús nos enseñó a apartarnos del pecado, a no acumular tesoros en el mundo. Este es el error más grande que podemos cometer.

a)      ¿A quién Sirvo?
"Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas". Mateo 6:24
Mateo nos dice que no podemos amar a dos señores, porque amaremos a uno y despreciaremos a otro. No podemos amar a Dios y a las riquezas. De acuerdo con 1 Timoteo 6:10, el amor al dinero es la raíz de todo mal. No el dinero, sino el amor al dinero. Y ¿qué es amor? Una pasión que atrae. ¿Le atrae el amor por Dios, las almas y su obra? O ¿le atrae el poder, el renombre y las riquezas? Aunque estas traen bienestar y ciertos beneficios, el mayor propósito de nuestras vidas debe estar dirigido a hacer la voluntad del Padre, a convertirnos en colaboradores de su reino.
Debemos arduamente alcanzar alturas espirituales en Cristo y un corazón humilde, dispuesto ante todo a buscar primeramente el reino de Dios y no las añadiduras. Alguien dijo: "Enséñame tu chequera, y te diré dónde está tu corazón". En otras palabras, sus gastos más frecuentes reflejan dónde está su corazón.
b)      Despedregar el terreno
Isaías 5:1-2
Es posible que usted no tenga ningún problema en cuanto a diezmar y ofrendar, pero sin embargo, tiene otras cosa que detienen su bendición. Todos sabemos que, al simple ojo humano, hay cosas que no podemos ver, pero Dios es el que escudriña nuestro corazón.
El salmista David, hombre conforme al corazón de Dios, llamado a ser rey de Israel, en el cual estaban la mano y la unción del Señor, luego de haber caído en pecado y examinado su corazón, halló que este no era puro y limpio. Y alzando su voz, pidió: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio…" (Salmos 51:10).
En Isaías 5, leemos el cantar del Amado a su viña. Dice que la plantó en una ladera fértil (en una iglesia donde fluye al Palabra y la unción de Dios), que la cercó y despedregó. Cuando nos dice que la despedregó, podemos entender desde el ámbito espiritual que tomó todo aquello que pudiera impedir que la semilla creciera libremente. De igual manera, nuestros corazones deben ser libres de toda impureza, resentimiento, odio, amarguras, dudas, miedos y muchas otras cosas que impiden que podamos crecer y disfrutar de las bendiciones que Dios tiene para nosotros.

c)       Cara a cara con nosotros mismos
Después del Señor, nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Conocemos nuestro pasado y todas aquellas cosas que hemos experimentado y que, de una forma u otra, han causado daño a nuestras vidas. Y nosotros mismos, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos hacer frente a ello y sacarlas de nuestros corazones.                El Espíritu de Dios ha sido dado para asistirnos, pero depende de usted y de mí recibir la Palabra y dejar que esta haga el trabajo en nuestras vidas y corazones. Sin embargo no podemos dejarle todo al Espíritu Santo. Hay una parte que usted y yo debemos hacer. Debemos ser proactivos. ¿Qué es ser proactivo? Tomar responsabilidad por nuestras propias vidas y acciones.
La persona proactiva no se detiene a lamentarse por el pasado y las circunstancia, sino que busca la manera de transformarlo a su favor. El proactivo echa mano de las bendiciones y promesas que Dios le ha dado. Busca arduamente agradarle y anhela ser purificado y transformado cueste lo que cueste. El proactivo está atento a la voz y a la guía del Espíritu Santo, sabiendo que esta es la única manera de dejar atrás al viejo hombre y caminar hacia adelante, a la bendición que está guardada en Dios.
Por otro lado, la persona reactiva se rinde fácilmente y echa culpa a todo y todos, sin tomar su propia responsabilidad. Un ejemplo de esto es aquella persona que carga con rencores en su corazón porque, en algún momento de su vida, fue herida o traicionada. Siempre se justifica por su carácter y forma de ser, en vez de tomar responsabilidad y, dirigida por el Espíritu Santo, buscar un cambio en su vida. El reactivo sede fácilmente a las tentaciones de la carne y no lucha con tenacidad para alcanzar madurez en Cristo.

También dentro del pueblo de Dios, encontramos un tipo de persona, que culpa al pastor, los líderes y hasta los músicos por no haber crecido espiritualmente y alcanzado las bendiciones de Dios. En este caminar en Cristo, aunque todos miembros de un solo Cuerpo, cada uno es responsable por su propia vida. Todos somos culpables de accionar como reactivos en algún momento en nuestras vidas, de una forma o de otra. Sé que tomar responsabilidad no es nada fácil. Como dice un dicho: "La culpa es fea, y nadie la quiere". Pero para poder recibir las bendiciones de Dios y prosperar, necesitamos madurar, y esto solo lo puede hacer usted mismo con las lluvias del Espíritu Santo sobre su vida.

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