Pasaje Bíblico: Mateo 6:24;
1Timoteo 6:10; Isaías 5:1 – 2.
Introducción:
Cada uno debe elegir al Señor que servirá. De la misma manera cada uno
debe elegir el reino en el cual vivirá: El reino de Dios o el reino de las
tinieblas. Nadie puede ser ciudadano de dos reinos al mismo tiempo. Así como
sólo hay dos señores y dos reinos, sólo hay dos caminos donde podemos andar: El
camino angosto que lleva a la vida eterna o el camino ancho que lleva al
castigo eterno. ¿Por qué es que el hombre insiste en acumular tesoros en la
tierra? La culpa la tiene el pecado. El
pecado entra en el corazón del hombre, del pecado surge el egoísmo, y entonces
del egoísmo surgen otros pecados, como la avaricia, el orgullo y la codicia. El
pecado hace tres cosas: 1.- Nos convierte en su esclavo. 2.- Nos siega
espiritualmente. No podemos ver que somos esclavos. No podemos ver la luz
verdadera que es Jesús. 3.- Nos destruye. El castigo del pecado es la muerte
eterna. Es por esta razón que Jesús nos enseñó a apartarnos del pecado, a no
acumular tesoros en el mundo. Este es el error más grande que podemos cometer.
a) ¿A quién Sirvo?
"Ninguno puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno
y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas". Mateo
6:24
Mateo nos dice que no podemos
amar a dos señores, porque amaremos a uno y despreciaremos a otro. No podemos
amar a Dios y a las riquezas. De acuerdo con 1 Timoteo 6:10, el amor al dinero
es la raíz de todo mal. No el dinero, sino el amor al dinero. Y ¿qué es amor?
Una pasión que atrae. ¿Le atrae el amor por Dios, las almas y su obra? O ¿le
atrae el poder, el renombre y las riquezas? Aunque estas traen bienestar y
ciertos beneficios, el mayor propósito de nuestras vidas debe estar dirigido a
hacer la voluntad del Padre, a convertirnos en colaboradores de su reino.
Debemos arduamente alcanzar
alturas espirituales en Cristo y un corazón humilde, dispuesto ante todo a
buscar primeramente el reino de Dios y no las añadiduras. Alguien dijo:
"Enséñame tu chequera, y te diré dónde está tu corazón". En otras
palabras, sus gastos más frecuentes reflejan dónde está su corazón.
b) Despedregar
el terreno
Isaías 5:1-2
Es posible que usted no tenga
ningún problema en cuanto a diezmar y ofrendar, pero sin embargo, tiene otras
cosa que detienen su bendición. Todos sabemos que, al simple ojo humano, hay
cosas que no podemos ver, pero Dios es el que escudriña nuestro corazón.
El salmista David, hombre
conforme al corazón de Dios, llamado a ser rey de Israel, en el cual estaban la
mano y la unción del Señor, luego de haber caído en pecado y examinado su
corazón, halló que este no era puro y limpio. Y alzando su voz, pidió:
"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio…" (Salmos 51:10).
En Isaías 5, leemos el cantar
del Amado a su viña. Dice que la plantó en una ladera fértil (en una iglesia donde
fluye al Palabra y la unción de Dios), que la cercó y despedregó. Cuando nos
dice que la despedregó, podemos entender desde el ámbito espiritual que tomó
todo aquello que pudiera impedir que la semilla creciera libremente. De igual
manera, nuestros corazones deben ser libres de toda impureza, resentimiento,
odio, amarguras, dudas, miedos y muchas otras cosas que impiden que podamos
crecer y disfrutar de las bendiciones que Dios tiene para nosotros.
c) Cara a cara con nosotros mismos
Después
del Señor, nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Conocemos nuestro pasado
y todas aquellas cosas que hemos experimentado y que, de una forma u otra, han
causado daño a nuestras vidas. Y nosotros mismos, con la ayuda del Espíritu
Santo, podemos hacer frente a ello y sacarlas de nuestros corazones. El Espíritu de Dios ha sido dado
para asistirnos, pero depende de usted y de mí recibir la Palabra y dejar que
esta haga el trabajo en nuestras vidas y corazones. Sin embargo no podemos
dejarle todo al Espíritu Santo. Hay una parte que usted y yo debemos hacer.
Debemos ser proactivos. ¿Qué es ser proactivo? Tomar responsabilidad por
nuestras propias vidas y acciones.
La
persona proactiva no se detiene a lamentarse por el pasado y las circunstancia,
sino que busca la manera de transformarlo a su favor. El proactivo echa mano de
las bendiciones y promesas que Dios le ha dado. Busca arduamente agradarle y
anhela ser purificado y transformado cueste lo que cueste. El proactivo está
atento a la voz y a la guía del Espíritu Santo, sabiendo que esta es la única
manera de dejar atrás al viejo hombre y caminar hacia adelante, a la bendición
que está guardada en Dios.
Por
otro lado, la persona reactiva se rinde fácilmente y echa culpa a todo y todos,
sin tomar su propia responsabilidad. Un ejemplo de esto es aquella persona que
carga con rencores en su corazón porque, en algún momento de su vida, fue
herida o traicionada. Siempre se justifica por su carácter y forma de ser, en
vez de tomar responsabilidad y, dirigida por el Espíritu Santo, buscar un
cambio en su vida. El reactivo sede fácilmente a las tentaciones de la carne y
no lucha con tenacidad para alcanzar madurez en Cristo.
También
dentro del pueblo de Dios, encontramos un tipo de persona, que culpa al pastor,
los líderes y hasta los músicos por no haber crecido espiritualmente y
alcanzado las bendiciones de Dios. En este caminar en Cristo, aunque todos
miembros de un solo Cuerpo, cada uno es responsable por su propia vida. Todos
somos culpables de accionar como reactivos en algún momento en nuestras vidas,
de una forma o de otra. Sé que tomar responsabilidad no es nada fácil. Como
dice un dicho: "La culpa es fea, y nadie la quiere". Pero para poder
recibir las bendiciones de Dios y prosperar, necesitamos madurar, y esto solo lo
puede hacer usted mismo con las lluvias del Espíritu Santo sobre su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario